
Simon, Michel (1895-1975 )
Uno de los más grandes característicos de la historia del cine, que engalanó muchas películas francesas de los años 30´y siguientes con su excéntrica presencia y magnífica ductilidad (que comenzaba por su extraño rostro de goma). En efecto, ¿cómo era posible que este hombre decididamente feo, habitualmente desgreñado, con barba indocil y cabello rebelde, con un elocución trabada y pastosa como si la lengua excediera su normal tamaño, pudiera a la vez ser tanto un actor cómico como dramático, según se necesitara, de primera clase? Una circunstancia para hacer pensar a los carilindos que nunca pudieron ser otra cosa que ellos mismos película tras película.
Simon fué antes que actor un marginal anticonformista como algunos de sus personajes en el cine. Fué hombre de circo, clown y acróbata. No le molestó vivir por un tiempo en un burdel. Formó luego parte de la troupe de Pitoeff y más adelante fué incorporado a la suya por Louis Jouvet. Fué en el teatro de la mano de estos y otros que tuvo sus grandes éxitos, actor de Shaw, de Wilde, e incluso de Shakespeare. Esto lo llevó al cine en 1925, desde ya cine mudo, donde podía utilizar sus recursos de expresivo mimo, pero no su particular voz. Con el cine sonoro encontró no sólo su voz sino sus grandes roles, como solo podía esperarse del cine europeo (imaginemos a Michel Simon en Hollywood, eterno característico algo alelado, a la Frank Morgan, en decenas de films intrascendentes), que podía encontrar empleo para estos actores excepcionales capaces de infinitos visajes.
En sus setenta años, Simon encontró a orillas del lago de Ginebra a Marguerette Krieger, pintora alemana con quien convivió en sus últimos años, además de sus monos y otros animales. Ella hizo unos cincuenta retratos a tinta de Simon, encontrables en http://amichelsimon.free.fr/html/firstframes.html, muy conmovedores.
Simon fué actor predilecto de Jean Renoir, Marcel Carné, y Jean Vigo. Con todos filmó películas inolvidables, clásicos desde entonces y mientras dure el cine. En total, engalanó más cien películas con interpretaciones legendarias, no por ello menos sensibles y realistas. Hoy se lo puede ver con la misma credibilidad que entonces.
Uno de los más grandes característicos de la historia del cine, que engalanó muchas películas francesas de los años 30´y siguientes con su excéntrica presencia y magnífica ductilidad (que comenzaba por su extraño rostro de goma). En efecto, ¿cómo era posible que este hombre decididamente feo, habitualmente desgreñado, con barba indocil y cabello rebelde, con un elocución trabada y pastosa como si la lengua excediera su normal tamaño, pudiera a la vez ser tanto un actor cómico como dramático, según se necesitara, de primera clase? Una circunstancia para hacer pensar a los carilindos que nunca pudieron ser otra cosa que ellos mismos película tras película.
Simon fué antes que actor un marginal anticonformista como algunos de sus personajes en el cine. Fué hombre de circo, clown y acróbata. No le molestó vivir por un tiempo en un burdel. Formó luego parte de la troupe de Pitoeff y más adelante fué incorporado a la suya por Louis Jouvet. Fué en el teatro de la mano de estos y otros que tuvo sus grandes éxitos, actor de Shaw, de Wilde, e incluso de Shakespeare. Esto lo llevó al cine en 1925, desde ya cine mudo, donde podía utilizar sus recursos de expresivo mimo, pero no su particular voz. Con el cine sonoro encontró no sólo su voz sino sus grandes roles, como solo podía esperarse del cine europeo (imaginemos a Michel Simon en Hollywood, eterno característico algo alelado, a la Frank Morgan, en decenas de films intrascendentes), que podía encontrar empleo para estos actores excepcionales capaces de infinitos visajes.
En sus setenta años, Simon encontró a orillas del lago de Ginebra a Marguerette Krieger, pintora alemana con quien convivió en sus últimos años, además de sus monos y otros animales. Ella hizo unos cincuenta retratos a tinta de Simon, encontrables en http://amichelsimon.free.fr/html/firstframes.html, muy conmovedores.
Simon fué actor predilecto de Jean Renoir, Marcel Carné, y Jean Vigo. Con todos filmó películas inolvidables, clásicos desde entonces y mientras dure el cine. En total, engalanó más cien películas con interpretaciones legendarias, no por ello menos sensibles y realistas. Hoy se lo puede ver con la misma credibilidad que entonces.
Fué un extra en La passion de Jeanne D´Arc (1928), la obra maestra de Carl Dreyer; el mayordomo en Tire au flanc (1928), su primera colaboración con Renoir en una de sus primeras obras, una comedia farsesca todavía muda, y también en la primer película sonora del gran maestro, On purge le bebé (1931), otra farsa, en la que el irreprimible director aprovecha de la crucial innovación para hacernos oir...el sonido de un inodoro en acción! Estos eran los tiempos, la irreverencia, un modo de protesta. Pero Simon pasó a otra categoría con La Chienne (1931), la primera obra maestra de Renoir, una muestra de realismo total que anticipaba el cinema noir de los 40´, pero con mayor autenticidad. En el rol de Maurice Legrand, el oficinista pintor en sus ratos libres, engañado por una prostituta y su proxeneta, con inesperadas consecuencias trágicas , tuvo su consagración como actor dramático. Y al año siguiente, en una nueva y brillante comedia farsesca de Renoir, Boudu sauvé des eauxs (en la imagen, con Séverine Lerczinska), jugando el rol protagónico del anárquico vago que estremece la casa y la familia del amable burgués , Monsieur Lestingois, aparece como simplemente nacido para el personaje. En 1934 Simon fué el Pere Jules de LÁtalante, la poética obra maestra de Jean Vigo. En otra farsa, ahora dirigida por Marcel Carné, Drole de Drame (1937) es el atribulado botánico y a la vez secreto autor de novelas policiales Irwin Molineux, sospechado por su pío primo, el obispo (su antiguo mentor Louis Jouvet), de haber asesinado a su mujer. También con Carné, ahora en un drama tan negro que fué llamado fascista por Jean Renoir (injustamente, me parece), Quai des brumes (1938, "El muelle de las brumas" en nuestro país) es el padrastro de la mujer que entabla una relación con el protagonista desertor del ejército, Jean Gabin. En La fin du jour (1939), la amarga pero humana obra de Jean Duvivier, es uno de los actores envejecidos que viven en el asilo para actores retirados, que rememoran pasadas glorias hasta la irrupción del ex Don Juan (Louis Jouvet), cuyo narcisismo y frustración conducen a un denoument dramático. Fué un envejecido profesor para convertirse en el rejuvenecido Fausto deGerard Philippe en La beauté du Diable (1959), de René Clair . Y finalmente, en esta suscinta e incompleta lista, el viejo del título en Le vieil homme et l´enfant (1957), de Claude Berri, en el que entabla una relación afectiva con un niño judío puesto a su cuidado en la Francia petainiste.
Michel Simon fué un actor impar e insustituible; su tipo no parece repetible, y no lo ha sido hasta el momento. Charles Laughton, el actor inglés, que podría parecer un simil es en realidad un moderado y suave intelectual a su lado. Simon era pura emocionalidad, no necesariamente buena en todos los casos. Sin duda era inteligente y sensible, y preparaba sus roles y memorizaba sus parlamentos, pero nada de este profesionalismo aparecía en sus interpretaciones. Distaba de ser un actor naturalista; su base era una especie de sobreactuación inherente a su ser (por eso, cuando André Bazin afirma que Simon sobreactúa en Boudu, demuestra que no conocía de cine tanto como suponía). Había una vulnerabilidad conmovedora en Simon, aún cuando , como en su inimputable Boudu, viole todas las reglas de la sociedad y la moral, o asesine por sentirse desfalcado, como en La Chienne. Jean Renoir dedica en sus memorias palabras llenas de afecto para Simon, uno de sus favoritos, y señala con humor que tenía costumbres sexuales no ortodoxas respecto del sexo opuesto. pero, ¿qué podía esperarse de un transgresor en la vida y en sus personajes?
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